Una novela de Jose Alberto Arias. En proceso de creación.
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sábado, 19 de noviembre de 2011

Fin de la primera parte. Punto y seguido.

Anuncié hace unas semanas que había concluido la primera parte de la novela, pero he de reconocer que me precipité y algunas historias quedaban cojas y otras, sin desarrollar. Además, quería dejar en la primera parte cerradas las presentaciones de personajes. Cierto, la primera parte de la novela no es la más atractiva porque trata de poner en situación a los personajes y de hacer las presentaciones al lector. Con todo, estoy bastante contento con el resultado final. Como el punto de partida se desarrolla aquí, he tenido a bien usar muchos cliffhangers y saltos entre las ocho tramas que abren el libro. Ya lo sé, ocho tramas, cliffhangers, fuegos de artificio.
     He tenido que reformular la primera parte. Meter más chicha, sobre todo. Cerrar historias, dejar otras más abiertas, poner la carne en el asador. Ahora comienza lo jodido. Tengo una idea muy vaga de por dónde irán los tiros, aunque la segunda y tercera parte van cogiendo forma en mi cabeza, principalmente la tercera. Ahora toca jugar. Ahora empieza lo divertido, que es estirar los géneros y llevarlos al límite, combinarlos. Terror, novela negra, distopía, ciencia-ficción... y el salto de narradores, de estructuras, de personajes que van y vienen.

sábado, 29 de octubre de 2011

Vivir sin miedo

A estas alturas, creo que ha quedado claro que Queridos niños tiene un tema central, y éste es el miedo. Miedo de susto. Miedo de pánico, de fobia, de terror a lo inexplicable... Y hace unos meses encontré esta noticia en el diario Público, y pensé que en un universo donde todas las historias giran en torno al miedo, necesitaba a algún personaje inmune a éste. Así pues, dicho y hecho me basé en este caso extraño para crear a la enigmática Alexia, interés amoroso y vital de Arturo por mucho que las cosas se tuerzan en el futuro...
Hace más de 20 años, una mujer residente en el estado de Iowa (EEUU), conocida como SM, iba caminando a las diez de la noche por un parque solitario, totalmente a oscuras. A sus oídos llegaba la letanía del coro de una iglesia cercana. Solo veía a un hombre, "completamente drogado", sentado en un banco. Cuando llegó a su altura, el yonqui se levantó, le puso un cuchillo en la garganta y gritó:"Te voy a rajar, puta". Y en lugar de intentar huir, SM respondió: "Si me vas a matar, tendrás que acabar primero con mis ángeles de la guarda". Se dio la vuelta y se fue caminando despacito a casa. Al día siguiente volvió a pasear de noche por el mismo parque.
SM no ha sentido miedo en las últimas cuatro décadas. Debido a una patología rarísima, la enfermedad de Urbach-Wiethe, esta mujer tiene bloqueada desde niña la amígdala, una región cerebral del tamaño de una almendra considerada una fábrica de emociones. Durante el último medio siglo, la comunidad científica ha apuntado a este hueso del melocotón cerebral como el lugar donde nace el miedo en animales como las ratas y los monos. Hoy, un estudio publicado en la revista Current Biology describe el caso de SM. Según los autores, la mujer confirma por primera vez que esta almendra formada por neuronas es el origen del miedo en los seres humanos.
Atacada a punta de pistola
"Descubrimos a SM hace 25 años, cuando fue remitida por casualidad a nuestra clínica", explica aPúblico el responsable del estudio, Justin Feinstein, del departamento de Psicología de la Universidad de Iowa. SM es un caso único. Según el científico, "solo hay un puñado de personas en todo el mundo con lesiones similares". En la literatura médica, apenas hay unos 300 casos registrados, y cada uno presenta unas lesiones características.
Durante dos décadas, los investigadores han seguido los pasos de SM en su barrio, olvidado por las autoridades e invadido por el crimen y la droga. En su historial policial figuran palizas de su marido, ataques a punta de pistola y varias amenazas de muerte. SM asegura que nunca se sobresaltó. Junto a ella, los científicos han visto películas como El resplandorLa noche de Halloween o El silencio de los corderos. SM no sintió ni un escalofrío. La rodearon de serpientes y tarántulas. Nada. Se la llevaron de noche al sanatorio abandonado de Waverly Hills, en Kentucky, donde los crédulos de lo paranormal aseguran haber visto fantasmas de muertos por tuberculosis, y como si tal cosa.
"SM puede experimentar otras sensaciones, como tristeza o alegría, pero es incapaz de sentir miedo", detalla Feinstein, cuyo grupo ya contó el caso en Nature en 2005, centrándose en la incapacidad de la mujer para reconocer el temor en la cara de la gente.
"¿Y cómo está viva?"
Según otro de los autores, el neurólogo Daniel Tranel, la importancia del hallazgo es que puede conducir a nuevos tratamientos del trastorno por estrés postraumático, que afecta a casi ocho millones de personas solo en EEUU. Nuevos medicamentos que apaguen la amígdala podríanfrenar el miedo perenne que sentirán 300.000 soldados al regresar del frente en Irak y Afganistán, según estiman los científicos.
Otros expertos ajenos a este estudio son más escépticos. El neurobiólogo Juan de Carlos, del Instituto Cajal del CSIC, publicó en mayo los intríngulis de la formación de la amígdala. En su opinión, la descripción del caso de SM está "coja", ya que faltan detalles anatómicos y sobre cómo se comunican las neuronas en su cerebro. Además, su biografía le produce estupor. "Si te quitan el miedo, eres una persona peligrosa. Puedes ir por la carretera a 300 kilómetros por hora. ¿Cómo puede esta mujer estar viva?", se pregunta.
Los propios autores reconocen que su estudio tiene "varias limitaciones". La lesión de SM va más allá de la amígdala e invade ligeramente otras regiones, que también podrían estar implicadas en la ausencia de miedo. "Y SM es un solo caso, habrá que estudiar otros para consolidar nuestras conclusiones", admiten.
Con la alarma de emergencia apagada
 La literatura científica ha descrito a otras personas con la amígdala dañada y la sensación de miedo alterada, pero SM es el primer caso con una lesión completa y muy localizada, observado además durante 20 años. Esta mujer, incapaz de reconocer el peligro, se mete sin remedio en situaciones que cualquier otra persona evitaría, mostrando el papel esencial de la amígdala en la supervivencia de un ser humano.

viernes, 7 de octubre de 2011

El género

Lo que más admiro de los escritores a los que admiro es la capacidad de jugar con los géneros. Si bien la novela será eminentemente narrativa tradicional, una novela al uso, a nivel temático pretendo que el juego vaya más allá. Es decir, no haré como Ricardo Menéndez Salmón o Mauricio Wiesenthal, quienes mezclan ensayo y narrativa con una sencillez extraordinaria.
De este modo, para empezar la estructura no será todo lo lineal que cabría esperarse. Abre el libro con cinco tramas paralelas a las que se van sumando y restando a medida que pasan las páginas. Cada parte (en principio serán cinco o seis) se centrará en un género o temática, si bien todo irá en función a un tono común. Se trata la novela de un viaje alucinado a través del tiempo en una sociedad nueva con leyes nuevas, una política nueva, nueva religión, nuevos conceptos de términos como familia, amistad, amor, maternidad y, sobre todo, muerte.

miércoles, 31 de agosto de 2011

El hombre menguante

Rompían corazones los niños
al perderse en el bosque,
al vagar por los montes.
Los niños…
Escribían caminos de hormiga
senderos de miga
veredas de miedo
abrazos, recelo.
Los niños…
Comían corazones los niños
al crecer en el ébano negro
en la carne más prieta
en el pecho más firme
de diosa africana.
Mamaban el agua frugal
mascaban de frutas racimos.
Habían ya crecido los niños.
Amaban el cuerpo
como se ama un pajarillo,
como un ramo de cardos
amaban el pecho de Helena.
Los niños…
Al perderse en el bosque,
al vagar por el bosque
rompían corazones los hombres.

viernes, 19 de agosto de 2011

Calíope: buscar sentido a lo inextricable

Calíope, la musa del centro, junto a su hermana Urania
En la mitología griega, Calíope (en griego antiguo Καλλιόπη Kalliópê, ‘la de la bella voz’) es la musa de la poesía épica y la elocuencia. Se le representa con las características de una muchacha de aire majestuoso, llevando una corona dorada, emblema que según Hesíodo indica su supremacía sobre las demás musas. Se adorna con guirnaldas, llevando una trompeta en una mano y un poema épico en la otra.
Como las demás musas, Calíope es hija de Zeus y Mnemósine (la Memoria). Se casó con Eagro y con él fue madre de Orfeo, Marsias y Lino, si bien también se dice que el padre de este último fue Apolo. Con Estrimón, uno de los oceánidas, fue madre de Reso, un rey tracio que murió en la Guerra de Troya el día siguiente de su llegada. Estrabón afirma que fue madre con Zeus de los Coribantes. Algunas fuentes le atribuyen la maternidad de Himeneo, dios de los esponsales y del canto nupcial, si bien otras afirman que era hija de Clío o Urania.
Se dice que Calíope quedó prendada de Heracles y le enseñó el modo de reconfortar a sus amigos cantando en los banquetes. En otra ocasión Zeus le encargó la resolución de la embarazosa disputa entre Afrodita y Perséfone por la custodia (y disfrute) de Adonis. La resolvió decidiendo que Adonis pasase cuatro meses con Afrodita, cuatro con Perséfone y los cuatro restantes del año con quien él eligiera. Adonis siempre escogió a Afrodita porque Perséfone era la diosa fría e insensible del inframundo.

Fuente: Wikipedia

viernes, 15 de julio de 2011

Fin de la primera parte: renovelación

Como lo oyen: ya he terminado la primera parte, y aunque aún no le he dado forma a la segundo, empiezo a hacer esquemas con las seis, siete tramas principales. Y, por si fuera poco, cuando ya tenía elegida la frase con que habrá de acabar la novela, la última palabra, va y me nace otra parte. Una parte surgida de la nada, de las noches de insomnio y descubrimientos, de lecturas que nadie esperaba. Una parte que puede complementar y cerrar la historia de una manera perfecta, que haga encajar las piezas como en un reloj suizo. Bueno, todo esto ya se verá. De momento, tengo que hacer el entretiempo que sigue a la primera parte, esos capítulos necesarios en tierra de nadie. Ah, y van tomando forma los villanos, que no son los que tenía en mente en un principio.
Vamos, una señora remodelación de la novela.


domingo, 19 de junio de 2011

Un mal sueño lo tiene cualquiera

Se encontraba en una sala grande y gris, de suelo brillante y luz tenue y azulada, como en una cámara frigorífica. Al fondo de la estancia, colgada en la pared como un cuadro, se encontraba Yaya con los ojos cubiertos por tiritas. Además, alguien le había pintado los labios con un carmín rojísimo y sonreía, muerta, como un payaso horrible. Cuando Mario intentaba gritar su nombre, descubría que tenía la boca pastosa y llena de algo, y al hacer el esfuerzo de hablar, de la boca empezaba a manarle una gacha del mismo color gris que el suelo. Lo peor es que no se trataba sólo de una bola de masa, sino que su boca se convertía en una fuente y la sustancia cubría el suelo y se convertía en el suelo y Mario apenas podía respirar y se imaginaba como una hormigonera. Entonces, cuando dejaba de pensar en Yaya, es decir, cuando se daba cuenta de que ya no pensaba en Yaya, la corriente cesó y pudo ver el resto de la habitación en detalle, que ahora resultaba estar llena de gente. Pero los rostros aparecían borrosos, como desenfocados por una lente rayada, así que Mario se acercó a uno de los desconocidos, un hombre trajeado que se volvió con su cara borrosa como una nube y le dedicó una sonrisa, y cuando él entornó los ojos para verle bien los rasgos se dio cuenta de que en lugar de piel tenía tela, y la cara era como una bolsa de hilo cosida y los ojos botones y la nariz y labios trazos a rotulador, y no sólo eso, sino que todos los adultos eran iguales. Todos los presentes eran monstruos de tela salvo Yaya, pero estaba muerta. Entonces Mario empezaba a llorar desconsolado y se acercaba poco a poco a la pared donde descansaba su abuela, y entonces podía ver cómo en el muro, acompañando a Yaya, también estaban sus padres, uno a cada lado, y el pequeño Jaime encima, todos muertos y colgados como mariposas en un libro que apesta a naftalina. Claro que no quedaba ahí la cosa: Yaya se agitaba en la pared primero como si todo temblara en un terremoto, luego como si el cuerpo estuviera poseído por el diablo, luego como se pretendiera bajar de la pared por voluntad propia, y se impulsaba hasta caer en pie. Una vez en el suelo, Yaya se acercó a Mario, aún muerta como si fuera un zombi y rebuscó a tientas en el camisón y encontró un trozo de tela beige, del mismo tono que habían usado para cubrir los rostros de los demás desconocidos de la habitación, y él tenía claro que ahora venían a por él para transformarlo en una de esas criaturas, de modo que emprendió la huida pero apenas podía correr, y los metros de baldosa se transformaban en kilómetros y del suelo comenzaron a brotar protuberancias que en principio eran como baches, pero que pasado un tiempo cobraban forma de manos, y no sólo de manos cualquiera, sino de manos "infantiles" y pronto la sala comenzó a parecer un gran jardín invernadero donde se cultivaban manos de niños como flores marchitas y terribles. Justo cuando una de las manos le agarró por el tobillo y cayó de bruces, justo entonces, cuando las uñas afiladas y pequeñas de otra mano se le clavaban en los ojos, cuando una tercera mano le tiraba del pelo, cuando no tenía escapatoria posible, entonces despertó.

domingo, 5 de junio de 2011

Arturo contra el mundo

            Arturo sabía ciertas cosas, o al menos creía saberlas. Sabía, por ejemplo, que los hombres eran lo que hacían, sus actos, sus decisiones, sus batallas ganadas, su suma de derrotas, y a veces los hombres no eran más que títeres de un Destino que los hacía ser de un modo a otro, y esto a Arturo lo entristecía profundamente, porque miraba alrededor, a los hombres y mujeres del público, los más atractivos en primera fila, para acaparar la atención de las cámaras, los feos al fondo, para pasar desapercibidos, la regidora gritando órdenes que a nadie importaban, menos a ella que a nadie, o al presentador, que cuanto tenía en el mundo era una sonrisa blanqueada artificialmente y una chequera con muchos ceros en el bolsillo del traje prestado por sastrería, y Arturo observaba y pensaba esto y estaba convencido de que los hombres habían dejado de ser hacía cientos de años, conjuntos de siglos en los que los hombres, a medida que se alejaban del mono, a medida que cambiaban el árbol por el suelo firme, dejaban de ser libres y ser hombres para ser piezas de una maquinaria que los igualaba ante los ojos de Dios y de la Historia.

domingo, 13 de marzo de 2011

Cuentacuentos 50

Aquí, una pequeña muestra de lo que será la novela, esta vez de mano de la iniciativa de El Cuentacuentos


EL HABITANTE INCIERTO






De repente un día, todo comenzó de nuevo. Visitaron la casa en medio de la sierra, ésa que llevaba años abandonada, ésa donde nadie entraba ni salía, la única casa que brillaba en años. De noche, en mitad de la oscuridad de la sierra, en el silencio irascible en que se había sumido el mundo, un leve siseo, un rumor artificial parecía llegar de arriba y las ventanas se iluminaban y apagaban a voluntad como si el fantasma de la civilización hubiera decidido instalarse en medio de la nada, lejos de los niños y la ciudad con su suciedad y sus muertos.
            La excursión ascendió por la carretera a paso ligero. De vez en cuando, alguno de los pequeños se quejaba y Papo se secaba el sudor que le perlaba la frente.
            -No vamos a llegar nunca -dijo Arturo. -Además, ¿para qué vamos?
            -En esa casa nos espera alguien -respondió Cali, y Arturo aceptó su respuesta y encogió la cabeza. Jesús comenzó a silbar una antigua (¿acaso no era ya todo antiguo?) melodía flamenca que canturreaba a todas horas, y varios de sus acompañantes lo imitaron. Cali se acordó de Blancanieves y los enanos, y se dijo que ellos eran todos enanos con la misión de despertar a la princesa dormida en medio del bosque, en esa casa que bien podía ser el castillo de la reina. Bebió de la botella y dejó de pensar.
            Cuando pasaron junto a un árbol enorme, leyó en el tronco una pintada con la palabra "CAL" y se sintió mal. Ella no había pedido nada de ello, que cambiara el mundo, ni mucho menos que cambiara de ese modo, en torno a ella. Tampoco había pedido que sobreviviera el hombre.
            -¿Sabes qué, Cali? -dijo Papo a su oído.
            -Echo de menos a Ángela.
            -Eso pasa.
            -¿Por qué?
            -Cuando te enamoras echas de menos y no puedes vivir lejos de ella. Cuesta más respirar...
            -Cali.
            -¿Hmmm?
            -¿Cómo sabes tanto?
            -No sé, esas son cosas que sabemos todas las mujeres.
            -¿También Ángela?
            -Sobre todo, las princesas.


Cuando llegaron a la casa, ya era mediodía. El sol comenzaba a apretar, y no lograban atisbar una puerta o ranura donde llamar la atención de los posibles moradores. Hablaron largo y tendido de los rumores que generaba la casa: que dentro hubiera seres inhumanos, tal vez venidos de otro planeta, que fueran adultos (en realidad, la posibilidad que más les aterraba; con los niños se encontraban en igualdad de condiciones, pero con los adultos, ya estaba visto, no) o que toda la vivienda estuviera robotizada y las luces se encendieran sin orden particular hasta el final del tiempo, mucho después de que ellos dejaran de existir.
            -¡Ah, del barco! -dijo una voz, y se asustaron. Ninguno lo habría afirmado ante los demás, mucho menos ante la presencia de Cali, pero esa voz venida de ninguna parte era inquietante.
            Cali sonrió a los niños y se apoyó con tranquilidad en la fachada de la vivienda. La Casa Blanca, como habían empezado a llamarla a medida que se acercaban. A lo lejos, con la vegetación próxima y las sombras, no era tan evidente que la construcción era absolutamente blanca. Luego la desconcertó, pasados unos segundos, la voz que acababa de oír. Sonaba rara, como si no estuviera acostumbrada a hablar, suave y terriblemente asexuada. A pesar de todo, del eco de megáfono por el que había llegado, en un lugar oculto bajo su pecho, donde todos los pálpitos, esa voz la tranquilizaba. Así pues, decidió hablar ella en nombre de todos.
            -Me llamo Calíope -gritó. -Soy una niña. Venimos más niños. Por favor, abre la puerta.
 Hubo un instante de silencio interrumpido por el vuelo de un pájaro que venía de arriba de la casa, del tejado. Entonces volvió a sonar la misteriosa voz, y por primera vez Cali estuvo segura de que era la voz de un niño. Eso, o un adulto haciéndose pasar por un niño.
            -Os abriré la puerta, pero con dos condiciones. Una, que no toquéis nada, absolutamente nada hasta que lleguéis arriba. La segunda, que bajo ninguna circunstancia entréis en el ascensor. Sirve, pero no os gustaría descubrir a dónde os lleva.
            -¿Qué dice del ascensor? -preguntó Jesús, visiblemente nervioso.
            -¿Qué pasa con el ascensor? -volvió a gritar Cali.
            Ahora la voz que sonó dubitativa fue la del habitante incierto.
            -En primer lugar, cuando alguien va a una casa debe cumplir todas las reglas del anfitrión sin dudarlo. Se considera de mala educación hacer lo contrario.
            -¡Ya no existe la educación! -dijo Cali. -Murió con los adultos.
            -Se...segundo, el ascensor podría conduciros a lugares imposibles -prosiguió la voz, que se hizo solemne como la de un párroco en misa de Viernes Santo. Cada número conduce a momentos de la historia y a lugares horrendos. A la destrucción de Pompeya, a Whitechapel en 1988, al vacío del futuro más lejano, a...
            -¡Nos tomas el pelo! -gritó Papo.
            -¡Mentiroso! -dijo Arturo. -¿Nos crees tan estúpidos? No necesitamos tu ayuda. Dejaremos que te pudras ahí.
            Los niños pequeños, no obstante, aunque no comprendían las referencias (la propia Cali no sabía de qué hablaba la voz), se empezaban a asustar, y ella comenzó a dudar de lo apropiado de llevar a los niños consigo.
            -¡Vale, vale! -terció la voz. -Mamá... mamá desapareció en Whitechapel y no pudimos volver a por ella -resumió. -Por más que subimos y bajamos papá y yo en ese ascensor, no nos dejaba más que en la planta de arriba o abajo. Yo era entonces un mocoso, pero había tanto miedo en casa y pasamos tantas horas subiendo y bajando en el ascensor que jamás lo olvidaré.
            -Dice la verdad -anunció Cali en voz baja.
            -Abriré la puerta, pero haced lo que os he dicho si no queréis que suceda nada malo. Ya han pasado demasiadas cosas malas.
            Un zumbido en la pared precedió a la puerta que se abrió en el muro, tan perfectamente imbuida e integrada que pasaba por parte de la fachada. Además, era inmensa y dio lugar a un pasillo amplio con suelo de madera. Jesús encabezó la marcha, que en realidad se limitaba a los tres más mayores del grupo: él, Arturo y Papo. De hecho, prohibieron de manera contundente a Cali que entrara, y la dejaron al cuidado de los más pequeños muy a su pesar.
            -No podemos arriesgarnos a perderte -arguyó Arturo, y por primera vez desde que lo conocía, Cali supo que en realidad la admiraba y hacía eso por su bien.
            Esto la enterneció mucho, y le costó incluso más tener que quedarse afuera a la espera de que sus hombres se adentraran en lo desconocido. Pensó en el ascensor. Un ascensor que acababa con las personas. Un ascensor que era un portal a otras épocas y lugares. Era descabellado, pero de tan descabellado que era pensó que todo aquello era cierto, y que lo primero que propondría Jesús sería investigar en la caja metálica.

jueves, 3 de febrero de 2011

Cali



Queridos niños:


Uno de los capítulos iniciales de la novela comenzaba con la anunciación de la llegada de Jesús. Naturalmente, era una alusión sensacionalista para que la gente pensara en el Mesías. En cualquier caso, esto quedó en una anécdota insignificante porque Jesús era un niño de nueve años, gitano, que fumaba en la puerta de su casa en un  poblado chabolista. Ahora necesitaba a alguien que anunciara la llegada del supuesto protagonista, y para ello creé a su hermana pequeña, una cría de tres años, pelo corto, piel morena, cara sucia y ojos enormes, una suerte de Ana Torrent calé. Por si fuera poco, esa niña, para ser tan pequeña, debía ser muy espabilada para estar ahí, sola en la calle alegre por la llegada de su hermano. Claro que eso me dejaba en nada. ¿Qué interés tiene una mocosa que espera a su hermano mayor en la calle? Ninguna, salvo que esa mocosa tenga algo poderoso. Y lo tiene. En principio iba a ser mera empatía, comportamiento extraño para una niña de su edad, hacerla superdotada (pero sería el segundo personaje con esa cualidad en la novela). Luego hice que fuera capaz de prever ciertas situaciones o sucesos futuros. Al final tenía a una psíquica de tres años que se ha ganado con fuerza el protagonismo de todo el libro, y es que el personaje se deja hacer y ya he visto la imagen con que acabará el libro, y en ella aparece una Cali que ha visto cambiar el mundo.
A todo esto, necesitaba un nombre fuerte, y no sé cómo se me ocurrió Calíope (de hecho, no soy muy aficionado a la mitología griega ni la conozco bien) y cómo se ganó el nombre. El hecho de que su familia la llame Cali no es más que una cuestión de improbable verosimilitud. Y es que Queridos niños es, más allá de la novela de ciencia-ficción o fantasía, una historia realista en su visión del mundo y de las relaciones humanas, una historia de causa-consecuencia, pero también una historia donde caben hechos sin explicación y cierta magia o fantasía al más puro estilo La lluvia amarilla o Cien años de soledad, por citar ejemplos inabarcables.
         Llegado este punto, sólo me queda añadir que Cali aún tiene que crecer, y lo hará como nadie. Os adelanto ya que el Tiempo es otro personaje de la novela.
Afectuosamente,


Jose